LaDorada Línea 12

 

Subirse a la Línea 12 del Metro, la sacrosanta línea que el pueblo mexicano esperaba, «La Dorada», es como viajar en el tiempo, literalmente.

Por meses y meses mi entorno fue terriblemente trastornado, el polvo y el ruido generado por la maquinaria de construcción provocó que muchos negocios de por la zona fueran directamente a la quiebra, los churros rellenos de chocolate, cajeta, fresa, rompope; el negocio de tatuajes, recién inaugurado; las gorditas «De Paso», sabrosas de a 7 pesos, con relleno de chicharron, hongos, y papá. Todo eso desapareció. Pero ahora que abren la línea, tímidamente los dueños vuelven a abrir el negocio que en otros tiempos los ayudó medianamente a sobrevivir. Aunque el polvo permanece.

Finalmente entré, de a grapa, así sabe mejor el colectivo, y la experiencia «Dorada» se baña en chocolate. Seguro que hoy

Así luce la Línea Dorada, más blanca que nada.

y mañana no pago ni un quinto por moverme a lo largo de toda la ciudad. Las instalaciones son tan nuevas que todavía tienen una escarcha de fino polvo blanquesino que hace que la línea en vez de «Dorada» se vea gris, más bien blanca. Sin santificar, obviamente.

Pero lo mejor de subirse a la recién inaugurada línea son los rostros que en ella conviven, rostros vivos e inocentes, de personas que se sienten dueñas y a la vez intrusas dentro de las instalaciones; con los ojos abiertos al máximo, los usuarios de «La Dorada» procuran que el remojón les entre por los ojos. Comentarios como «Está re padre ¿verdad?», «La neta me pude haber ido caminando, pero quería verla, a ver cómo era», y en las entradas siempre alguien preguntando «¿Es gratis?»; con el estoicismo al que está desafortunadamente acostumbrado a vivir el mexicano, la sonrisa tímida siempre es la respuesta.

Ya una vez dentro de los vagones lo recibe a uno un playlist de música ranchera y sones nacionalistas, apenas soportable, como si subiéndose uno a «La Dorada» sintiera que el país está cada vez mejor; esta emoción es reforzada por una serie de pantallas que, por enciema de las chaparras cabezas,  televisan la imagen idílica y progresista de obreros contentos construyendo con falso orgullo la tan afamada y esmerada línea. El México bueno está por venir, y este es una probadita, basta con transbordar en otra línea para regresar al presente.

Me bajé en Zapata, para irme a Coyoacán, y una vez ahí regresé a la vieja línea aceituna, la de Universidad-Indios Verdes, donde viajamos apretujados, infelices y acalorados. México de siempre está de vuelta, y pienso que no

soportaría vivir todo el tiempo en el idílio.

2 pensamientos en “LaDorada Línea 12

  1. hola Esteban por la manera en que describes tu experiencia en la linea doce se palpa la preparacion que tienes y la experiencia con los escritores que haz trabajado felicidades por este pequeño ensayo y que sigan los exitos saludos

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